Inauguran la exposición Poética de lo urbano. Punk y metal en México, en el Museo Nacional de Culturas Populares
* La muestra documenta a través de 350 objetos entre discos, cintas, carretes de grabación, carteles de eventos y fanzines dos décadas de estos movimientos musicales y sociales en el país
Un total de 350 objetos entre cassettes, discos, revistas, fotografías, instrumentos musicales, dibujos, carteles de eventos, fanzines, premios y carretes de grabaciones, entre otros de incalculable valor para sus coleccionistas, constituyen la exposición Poética de lo urbano. Punk y metal en México, abierta al público hasta el mes de octubre próximo, en el Museo Nacional de Culturas Populares.
La muestra “no narra la historia de estas expresiones musicales; sólo se pretendió enmarcar toda una época, una etapa entre los años ochenta y noventa previa a la era de la Internet, donde todos los intercambios se hacían por correspondencia o cara cara”, refirió Olivia Domínguez Prieto, curadora de la exposición.
Los demos, los fanzines, fueron los elementos y sustentos materiales que sirvieron para ese intercambio cultural. Es abrir nuestro cofre de recuerdos,
compartir una parte de la memoria rockabilly, y también, de nuestras colecciones personales, agregó.
La jefa de Postgrado en Antropología Social de la Escuela Nacional de Antropología e Historia refirió que los fanzines fueron publicaciones independientes y artesanales que potenciaron las escenas de estos dos géneros musicales.
Fue a partir de los fanzines –narró– como se configuraron las geografías musicales, críticas, venta de demos y cassettes que antes de la era de Internet constituían la mejor manera de generar intercambios transnacionales en cuanto a música e información.
Se convirtieron asimismo en la fuente de una historia alternativa de la música, ya que los grupos y temas que aparecían en estas publicaciones difícilmente tenían que ver con la difusión de bandas de las industrias culturales, expuso la especialista.
Los jóvenes mexicanos identificados con el punk y el metal, ávidos de información, ideas y música encontraron en los fanzines el medio idóneo para poder expresar y compartir no sólo lo referido a sus gustos musicales, sino a la época vivida desde un nivel “a ras de suelo”, desde las casas, los barrios y ciudades donde habitaban, haciendo de los fanzines el testigo escrito de sus pasiones y vicisitudes cotidianas.
Las páginas de los fanzines –expuso-- se poblaron de bandas musicales, preocupaciones políticas y sociales, críticas al Estado, demandas de justicia y el grito de libertad de distintas generaciones juveniles. El metal y el punk saltaron del escenario a los
fanzines, de ahí que estos últimos sean, literalmente, el sonido hecho papel de estos y otros géneros musicales.
La socióloga, maestra en antropología social y doctora en urbanismo indicó que el punk como el metal, “innovando con sonoridades nunca interpretadas y letras en ocasiones de carácter polémico, nacieron bajo el signo de los tiempos y se han convertido en vehículos de canalización del descontento generacional, expandiéndose durante varias décadas”.
En México, agregó, los jóvenes de los años setenta habían recibido esa década entre las esquirlas de las represiones de 1968 y 1971 y la euforia del Festival de Avándaro, que tendría como consecuencia la supresión de las expresiones juveniles y en particular, la prohibición de los conciertos de rock.
La proscripción generaría espacios de relaciones marginales en las que los músicos mexicanos instauraron las condiciones necesarias para reunirse, reinventar su música y establecer grupos de escucha en los barrios de las ciudades, conformando “escenas” o identidades sociomusicales.
Los jóvenes punks y metaleros en México, como en muchos de los entonces llamados países del Tercer Mundo, se vieron obligados a crear sus propios medios de producción y distribución.
Mucha de la música e información que circulaba por aquellos años fue, principalmente, a través de cassettes grabados de manera precaria (demos) y fanzines de producción local que se distribuían por correo tradicional o con el intercambio cara a cara y de los conciertos que se organizaban en lugares que no contaban con garantías suficientes de seguridad y la calidad necesaria en la sonoridad.
No obstante, el panorama en la última década del siglo XX cambiaría de forma inesperada, en medio de una industria discográfica en auge que centraba su base de influencia en la venta de discos y en la organización de conciertos.
De este modo, visitaron nuestro país durante la segunda mitad de los años noventa, con más de una década de retraso, grupos internacionales de metal y punk, a la vez que grandes cadenas comerciales de distribución de discos se establecieron en los espacios metropolitanos, consolidando mercados que para aquella época parecían lo suficientemente sólidos como para perdurar.
Sin embargo, con la llegada del nuevo milenio, las condiciones de producción y distribución de la música se transformaron manera drástica con la introducción del Internet como medio de comunicación, que ha permitido transformar los conceptos del espacio y del tiempo.
La música en el siglo XXI ha perdido el formato, dejando de tener como medio de soporte al objeto y convirtiéndose en “descargas” que se almacenan en ordenadores y “nubes” virtuales.
Es posible encontrar entre los músicos y seguidores del metal y del punk que fueron parte de la “vieja escuela” una tendencia marcada a preservar las formas convencionales de escuchar la música y particularmente la defensa de seguir siendo una comunidad de sentido.
Rodolfo Rodríguez Castañeda, director del Museo Nacional de Culturas Populares, manifestó que los objetos recabados pretenden dar a conocer los mecanismos a través de las cuáles dichas corrientes –que han sido formas de cultura popular poco reconocidas desde la academia y otros círculos sociales- se establecieron en México durante las últimas décadas del siglo XX.
Los diversos objetos que han dado sentido a estas identidades sociomusicales son: discos, cintas, carretes de grabación, carteles de eventos y fanzines que generosamente músicos y coleccionistas han prestado, bajo el principio de dar a conocer el “baúl de sus recuerdos”, proponiendo la revaloración de los objetos y el reconocimiento de las biografías colectivas impregnadas en ellos.
La exposición Poética de lo urbano. Punk y metal en México invita a realizar un recorrido en el que las sonoridades y las imágenes llevan a las calles, a las “tocadas” y a conocer los sueños y realidades de los jóvenes punks y metaleros de las décadas de los ochenta y noventa, así como sus diferentes formas de expresión cultural, que hoy día son parte de la gran diversidad cultural que existe en nuestro país.
Sergio Bustamante, vocalista de Ramses, calificó como positivo la apertura de espacios institucionales para exponer y reconstruir la historia de esta música para el conocimiento cultural de las nuevas generaciones, porque se genera un reencuentro que posibilita que esta música se reproduzca, ya lo que “lo que el país necesita es rebeldía, cuestionamiento y conocimiento”.