Del 30 de agosto al 2 de septiembre en la Casa de Cultura de la ciudad de Puebla
Puebla le da la bienvenida a la poesía y la canción de autor
con el Festival Nacional de las Culturas Populares Sonidos de México. Sonidos de la Tierra. Compositores y Poetas
En el marco del 40 aniversario de la Dirección General de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas de la Secretaría de Cultura federal, se inauguró este jueves 30 de agosto el Festival Nacional de las Culturas Populares Sonidos de México. Sonidos de la Tierra. Compositores y Poetas, en colaboración con la Secretaría de Cultura y Turismo del estado de Puebla.
Esta celebración, que concluirá el domingo 2 de septiembre, lleva acabo en la casa de Cultura Profesor Pedro Ángel Palou Pérez, de la ciudad de Puebla. Dieciséis compositores y cuatro poetas mujeres ofrecerán a los asistentes su música, interpretaciones y letras, con un contenido que transita desde los aspectos más sencillos de la vida cotidiana, hasta los temas más profundos del quehacer humano.
Después de su paso por la Ciudad de México, en el que se mostró el crisol de la diversidad cultural y artística de nuestro país a través de música, danza, poesía y mesas de diálogo, esta versión del Festival Nacional de las Culturas Populares trata de abrir espacios para que la sociedad disfrute de la obra de compositores de México, que abarcan los géneros tradicionales y urbanos del país, y cuya estética es una propuesta donde la música y la poesía van de la mano.
Por ello, en este Festival tienen también cabida aquellas poetas cuya trayectoria se desarrolla en las ciudades y sobre temas que preocupan al ser humano y especialmente los que aluden a problemáticas sociales de nuestro país.
Los cantautores participantes representan a una región de México -el caso de Puebla es singular, no sólo por el número de participantes, sino también por su calidad y talento-, como también de los estados de Oaxaca, Jalisco, San Luis Potosí, Estado de México, Michoacán, Veracruz, Coahuila, Sinaloa y Ciudad de México.
Este diálogo que se alimenta del verso, el canto y la música tuvo en Lalo Bermúdez, Félix Díaz, Esmeralda Guillén, Carlos Arellano y la poeta María Villatoro, una jornada inaugural que contagió de calidez y entusiasmo a todos los asistentes. Los cantautores que actuarán en las jornadas siguientes serán Leticia Servín, Rafael Catana, Marco Rojas, Gareli Ramírez, Yahir Durán, Iván García, Lian Ventura, Gerardo Pablo, Ana Díaz, Gustavo López, Mauricio Díaz “El Hueso” y Guillermo Briseño, con la intervención de las poetas Tanya Cosío, Ramira Salmerón y Nadia López García.
En el contexto de la poesía, que cada día del Festival cierra con la propuesta contemporánea de cuatro creadoras, la poblana María Villatoro, una mujer de lenguaje libre y urbano, habló desde los callejones de la emoción; Tanya Cosío, originaria de Guadalajara y que se detiene en los resquicios del alma, abordará los claroscuros de la ciudad y del ser humano.
Les seguirán Ramira Salmerón, joven poeta con los sueños y las aspiraciones de nuevas sociedades, nuevos tiempos y cambios, y, finalmente, la oaxaqueña Nadia López García, ganadora del Premio a la Creación Literaria en Lenguas Originarias Cenzontle 2017, en cuyos poemas bilingües (español/mixteco) se rebela y alza la voz ante las imposiciones sociales.
Inauguró este encuentro el cantautor Lalo Bermúdez, cuyas introspectivas letras celebraron la vida y el amor; seguido de Félix Díaz, con propuestas multisonoras que incluyen ritmos de trova, folk, funk, rock y jazz. Continuó la joven compositora Esmeralda Guillén, que incursiona en el blues, jazz-pop y el folclor latinoamericano. Cerró la noche un músico referente dentro de la canción de autor en Puebla, Carlos Arellano, creador que hace más de 30 años lanzó su primer disco, Canciones Domésticas.
La trova y el canto nuevo llegarán el viernes 31 de la mano de Marco Rojas, quien evocará sus propias vivencias y fantasías. De quehacer polifacético, cantautora, actriz, productora musical y docente, Leticia Servín deleitará con su poderosa voz a la audiencia, dentro del género del jazz y su fusión con otras armonías. Tocará después el turno a Gareli Ramírez, quien interpretará con la cadencia de su guitarra canciones de matices mexicanos y jazzeros. Cerrará esta jornada Rafael Catana, uno de los fundadores del Movimiento de los Rupestres, que a mediados de los años setenta irrumpió en la escena cultural mexicana para dejar resonancias y nuevos caminos musicales.
El sábado primero de septiembre, Yahir Durán, notable exponente de la nueva trova mexicana, ofrecerá un viaje musical y literario inspirado en sus vivencias y el entorno de su natal Topolobampo, Sinaloa. Le seguirá Iván García, poblano de cepa, músico y poeta experimental, para proyectar la fuerza del rock alternativo, new wave, post punk y música country. En el mismo ánimo, Lian Ventura explorará otras formas musicales con instrumentos tradicionales, clásicos y nuevas tecnologías. Finalmente, de espíritu independiente, Gerardo Pablo exaltará la poesía y la música de trova contemporánea.
En el último día de este Festival, abrirá la jornada dominical Mauricio Díaz “El Hueso”, músico y compositor cuyas influencias musicales transitan por el son, la música brasileña, el rock, el jazz y el rap. Continuará la oaxaqueña Ana Díaz, que sobresale en la música por su versatilidad y carácter propositivo; a la par, su paisano Gustavo López, ex integrante del grupo Los Folkloristas y promotor de la tradición musical mexicana, fusionará diversos y variados elemento sonoros.
El último cantautor de esta fiesta será el músico ecléctico originario de la Ciudad de México, Guillermo Briseño, quien ofrecerá una remembranza de su trabajo, junto con sus últimas creaciones, enmarcadas en un estilo que mezcla la poética de su lírica con géneros musicales como el rhythm and blues, el funk, los ritmos latinoamericanos, el rap y la música electrónica.
El Festival Nacional de las Culturas Populares Sonidos de México. Sonidos de la Tierra. Compositores y Poetas se llevará a cabo del 30 de agosto al domingo 2 de septiembre, en la Casa de la Cultura Profesor Pedro Ángel Palou Pérez, ubicadaen 5 Oriente 5, esquina con 16 de Septiembre, Puebla, Pue. La entrada es libre.
En la Sala María Sabina del Museo Nacional de Culturas Populares
Los chamanes otomíes, intermediarios entre el ser humano y los dioses, protagonistas de exposición fotográfica
La Dirección General de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas de la Secretaría de Cultura presenta en la Sala María Sabina, del Museo Nacional de Culturas Populares, la exposición fotográfica “Oculto y a la vista de todos. El sistema ceremonial otomí”, que abrió este jueves 30 de agosto para mostrar la perenne relación de este antiguo pueblo indígena con la naturaleza, en especial con los montes, y el ciclo agrícola a través de la labor de los m’bëfi, o en español, “trabajadores del tiempo”, encargados de llevar a cabo ceremonias de sanación, petición de lluvias y fertilidad de las cosechas, entre otros rituales.
El autor de estas 40 imágenes, Carlos Hernández Dávila, doctor en Antropología, comentó en entrevista que esta selección es el resultado de seis años de trabajo de campo en diversas comunidades del Estado de México. “Se trata de acercar al público a este sistema ceremonial -casi intacto durante cientos de años- que se desarrolla a tan sólo a unos kilómetros de la Ciudad de México. Y aunque hoy se muestra con un rostro católico popular -resultado de la evangelización-, convive con las ceremonias en los cerros y los manantiales, entre otros elementos de la naturaleza”.
Prácticas asociadas al calendario agrícola junto con los festejos de los santos patronos, la Semana Santa y de Todos los Santos y Difuntos en las comunidades otomíes de Monte Alto, Jiquipilco, Otzolotepec, Lerma, Ocoyoacac, Temoaya, Nicolás Romero y Chapa de Mota, entre otros municipios, exhiben el sincretismo de una religión.
“Estos ritos son tan vitales gracias a que se incrustaron en el calendario litúrgico de la iglesia católica, sin embargo, la sierra tiene una vida ceremonial muy vigorosa. Es un sistema al que le llamo la religión del pueblo, que conjunta la devoción católica con la religión del monte”, expresó el también coordinador de la Licenciatura de Etnología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
Los mediadores en estas ceremonias, en las que intervienen las figuras de los dioses y la comunidad, son los chamanes o m’bëfi, a quienes les es dado el don de sanar, pedir la lluvia, el granizo, entre otras atribuciones, y que, según Hernández Dávila son los encargados de “negociar” lo que las divinidades conceden o no. Dicha revelación se lleva a cabo a través del sueño. A decir del antropólogo, son rituales asociados al conflicto, base sobre la cual se sostiene el trabajo chamánico.
El pueblo otomí ha llevado también esta práctica de la negociación al ámbito de su historia. Hernández Dávila, aseguró que “la relevancia de este pueblo tiene que ver con el campo de la resistencia. Los otomíes se han resistido, han negociado su incorporación al mundo moderno.
Lo anterior se ejemplifica en una de las imágenes de la exposición, donde aparece un grupo de niños grabando con una tableta electrónica un ritual de sanación para mandarlo después a su pariente enfermo que está en Nueva York, quien ofreció una ofrenda para que se efectuara esta ceremonia, que luego él observará del otro lado de la frontera por su teléfono celular.
“El público se va a encontrar la imagen de una religión indígena que no es mística, sino vivificada. Que no es una abstracción espiritual, sino que atiende lo inmediata: la comida, la envidia, el mal de ojo, la enfermedad. Es un sistema que apela por la horizontalidad. Es un llamado para pensar que, si queremos vincularnos con la tolerancia como punto de partida, los pueblos otomíes tienen mucho que enseñarnos”, aseguró Hernández Dávila.
La exposición fotográfica “Oculto y a la vista de todos. El sistema ceremonial otomí” se expone del jueves 30 de agosto hasta el 30 de septiembre del presente año, en la Sala María Sabina del Museo Nacional de Culturas Populares, ubicado en Hidalgo 289, Col. Del Carmen, Del. Coyoacán, Ciudad de México.
Infancia, amor, costumbres y tradiciones del pueblo zapoteco,
pilares de la obra ganadora del Premio Nezahualcóyotl de Literatura en Lenguas Mexicanas 2018
“La primera idea que cruzó por mi mente fue: ¡es fantástico recibir el Premio Nezahualcóyotl! Es un compromiso que me lleva a soñar con nuevas metas en la creación literaria y continuar difundiendo a través de mi obra los valores culturales y la cosmovisión del pueblo zapoteco. Es un reconocimiento a mi lengua y a todas las lenguas originarias”, expresó el poeta oaxaqueño Esteban Ríos Cruz, ganador del 15º Premio Nezahualcóyotl de Literatura en Lenguas Mexicanas.
Con el poemario en lengua zapoteca del istmo “Ca guichu’ guendarieedasiló”/ “Las espigas de la memoria”, Ríos Cruz es acreedor a esta distinción, otorgada desde 1993 por la Secretaría de Cultura -antes Conaculta- a través de la Dirección General de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas (DGCPIU). La premiación se llevará a cabo el domingo 19 de agosto, a las 12:00 horas, en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.
Oriundo de Asunción de Ixtaltepec, localidad ubicada en el Istmo de Tehuantepec, el vate lleva en la sangre la poesía y su amor por la cultura zapoteca. Es Egresado de la Escuela Normal Superior de la Universidad Autónoma de Guerrero, miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del FONCA, colaborador en múltiples publicaciones y autor de nueve libros, seis publicados y tres inéditos.
El también ganador de múltiples premios, entre ellos el CaSa, creación literaria en lengua zapoteca 2012, y de Literaturas Indígenas de América (PLIA) en el año 2014, aseguró que la difusión de la poesía en lengua materna debe ser un compromiso de todos los creadores. “Abrir nosotros mismos espacios, no como una dádiva, sino como una forma de respeto y sobre todo de dignificación de lo que son nuestras lenguas originarias, que tienen su propia identidad, valores culturales y que es meritorio reconocerlas en nuestro país y a nivel mundial”.
Agregó que los premios tienen que ir acompañados de acciones y abrir preguntas como: ¿Estoy promoviendo con mi obra el gusto por la poesía en lengua? ¿Hay lectores ávidos de disfrutar estos escritos literarios? “Esto más que preocuparnos nos ocupa como creadores. El trabajo debe partir en nuestras localidades. Si como poeta aspiro tener lectores e impulsar el gusto por la lectura, en mi comunidad tienen que haber talleres donde participen todos, que quieran leer y escribir desde su idioma” dijo enfático Ríos Cruz.
El vate reconoció que, aunque las instituciones educativas y culturales -como en el caso de la DGCPIU- han buscado acercarse a la obra literaria y la cultura de los pueblos originarios, es un hecho que la lengua se hace a partir de los hablantes. “Se tiene que hablar, disfrutar en una lectura y crear una escritura. Esto implica un trabajo de familia, ahí es donde está la fortaleza del idioma, es ahí donde se hace la mayor promoción para su fortalecimiento. De esta manera tendremos no sólo lectores, sino creadores literarios”.
Por otro lado, al referirse al título de su poemario “Ca guicchu’ guendarieedasiló”/ “Las espigas de la memoria”, Ríos Cruz aclaró no tiene que ver con las espigas del trigo, como la mayoría pensaría, sino cuando empieza a florecer el maizal y da sus primeras flores, sus frutos: los elotes. “El maíz es un elemento vital, sagrado en las culturas originarias, lo mismo en la zapoteca”, aseveró.
Las espigas para el escritor son las experiencias, las ideas y anhelos que ha tenido en su vida. Todo ello creado y reunido a lo largo de su vida en esta obra, compuesta por 83 poemas y dividida en cuatro partes. La primera de ellas se refiere a su infancia, con versos que rememoran juegos y alegrías infantiles; a seres mágicos y simbólicos de la cultura del istmo oaxaqueño como la tortolita y el sapo.
Otra sección está dedicada a la cultura zapoteca, “de lo que hoy implica que nuestras lenguas estén en riesgo de extinción -desde a la Conquista española-, pero no en el sentido de un lamento, sino de exhortar a fortalecer lo que somos y no de lo que perdimos. En todo el mundo, uno se encuentra al zapoteco de espíritu libre y aventurero, de alegría por la vida, y creo que nuestro pueblo se distingue por eso”, manifestó Ríos Cruz.
En un tercer apartado, el poeta retrata las costumbres y tradiciones de la región del Istmo de Tehuantepec, ilustradas con prácticas como: el rapto, la boda, la fiesta del lunes -como se le llama también al recalentado, un día después de la fiesta- o la “cura de espanto”.
La cuarta y última parte, dedicada a su esposa Mari, evoca al amor y al erotismo. En el extenso poema “Mi corazón es una nutria”, el autor vierte el caudal de emociones, pensamientos, deseos y experiencias que guarda en esta materia.
El Premio Nezahualcóyotl, pionero a nivel nacional en el reconocimiento en la creación literaria en lengua materna, tiene el objetivo de estimular la creatividad literaria de los escritores indígenas de México, así como su contribución a la literatura nacional, por medio del reconocimiento de los creadores que han incorporado la riqueza expresiva de las lenguas y las culturas indígenas a los géneros de la literatura contemporánea.
Niños del Pedregal de Santo Domingo exhiben
desde las artes plásticas, la historia de su colonia
Niños del barrio Pedregal de Santo Domingo en la delegación Coyoacán recuperan la memoria de su colonia y narran a través de las artes plásticas sus transformaciones, desde la ocupación de los terrenos en 1971 hasta las dinámicas del presente, en la exposición “Historia del Pedregal de Santo Domingo”, que se exhibe desde el martes 14 de agosto en los patios del Museo Nacional de Culturas Populares.
Este proyecto, apoyado por la Dirección General de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas de la Secretaría de Cultura, es impulsado por el primer espacio cultural de Santo Domingo: el Centro de Artes y Oficios Escuelita Emiliano Zapata, construido por los colonos hace más de dos décadas a iniciativa de Fernando Díaz Enciso, coordinador de este recinto cultural, artístico y social ubicado en el corazón del llamado “Coyoacán negro” de la Ciudad de México.
La historia de la invasión de los predios por parte de los pobladores hace casi 47 años, la construcción de sus viviendas, sus calles y escuelas; así como el reclamo a los gobiernos de entonces para disponer de servicios públicos inspiraron este proyecto artístico.
La exposición se compone de dibujos creados hace más de cuatro décadas por Juvenal, un niño de 12 años de edad que plasmó la historia del barrio durante sus primeros 14 años de vida. Además, como resultado del taller de pintura que impartió el maestro Jorge Rello Espinosa, alrededor de una treintena de niños de entre 7 y 14 años, capturaron en 8 murales de tela la transformación y actualidad de esta colonia.
“Es muy importante la interacción entre todos los que hacemos la comunidad. Aquí en el Centro de Artes y Oficios las puertas están abiertas a todas las manifestaciones artísticas, culturales y sociales. Los niños de la colonia son muy libres, viven las contradicciones de esta ciudad, de este barrio, pero participan mucho. Aquí, al aprender a pintar, tocar algún instrumento, bailar y dialogar con sus maestros, experimentan la cultura y el arte, son parte de su vida cotidiana”, señaló Díaz Enciso.
Nacido en una zona que resultó de la erupción del volcán Xitle, Santo Domingo surgió en medio de una ocupación y luego de una implacable lucha por el reparto de terrenos. Se edificó con la faena a “pico y pala” de más de 100 mil personas provenientes de zonas aledañas y entidades del país como Guanajuato, Guerrero, Michoacán y Oaxaca, quienes migraron a la Ciudad de México para trabajar.
Los desafíos por hacer de Santo Domingo un nuevo lugar para vivir y hacer convivir las diferentes expresiones culturales, costumbres y tradiciones de sus recientes moradores se logró gracias al trabajo en comunidad, organización y un nuevo sentido de pertenencia e identidad en una región cubierta por piedra volcánica, lodazales y víboras. En medio de todo y con todos se formó una nueva cultura urbana.
Aunque la violencia y el tráfico de drogas han irrumpido algunas zonas de esta colonia del sur de la ciudad, el Centro de Artes y Oficios continúa en su lucha para fungir como un oasis de la cultura, la convivencia social y un instrumento para reconstruir el tejido social del entorno a través del arte. Y esta exposición es prueba de ello.
Después de su estancia en el Museo Nacional de Culturas Populares, la exposición, visitará otros espacios y en septiembre se instalará en la Escuela de Artes y Oficios Escuelita Emiliano Zapata para celebrar el 47 aniversario de la colonia.
La muestra “Historia del Pedregal de Santo Domingo” se exhibirá hasta el domingo 26 de agosto en los patios del Museo Nacional de Culturas Populares, ubicado en Hidalgo 189, col. Del Carmen, Delegación Coyoacán, Ciudad de México. La entrada es libre.
MAB
Inauguran la exposición Poética de lo urbano. Punk y metal en México, en el Museo Nacional de Culturas Populares
* La muestra documenta a través de 350 objetos entre discos, cintas, carretes de grabación, carteles de eventos y fanzines dos décadas de estos movimientos musicales y sociales en el país
Un total de 350 objetos entre cassettes, discos, revistas, fotografías, instrumentos musicales, dibujos, carteles de eventos, fanzines, premios y carretes de grabaciones, entre otros de incalculable valor para sus coleccionistas, constituyen la exposición Poética de lo urbano. Punk y metal en México, abierta al público hasta el mes de octubre próximo, en el Museo Nacional de Culturas Populares.
La muestra “no narra la historia de estas expresiones musicales; sólo se pretendió enmarcar toda una época, una etapa entre los años ochenta y noventa previa a la era de la Internet, donde todos los intercambios se hacían por correspondencia o cara cara”, refirió Olivia Domínguez Prieto, curadora de la exposición.
Los demos, los fanzines, fueron los elementos y sustentos materiales que sirvieron para ese intercambio cultural. Es abrir nuestro cofre de recuerdos,
compartir una parte de la memoria rockabilly, y también, de nuestras colecciones personales, agregó.
La jefa de Postgrado en Antropología Social de la Escuela Nacional de Antropología e Historia refirió que los fanzines fueron publicaciones independientes y artesanales que potenciaron las escenas de estos dos géneros musicales.
Fue a partir de los fanzines –narró– como se configuraron las geografías musicales, críticas, venta de demos y cassettes que antes de la era de Internet constituían la mejor manera de generar intercambios transnacionales en cuanto a música e información.
Se convirtieron asimismo en la fuente de una historia alternativa de la música, ya que los grupos y temas que aparecían en estas publicaciones difícilmente tenían que ver con la difusión de bandas de las industrias culturales, expuso la especialista.
Los jóvenes mexicanos identificados con el punk y el metal, ávidos de información, ideas y música encontraron en los fanzines el medio idóneo para poder expresar y compartir no sólo lo referido a sus gustos musicales, sino a la época vivida desde un nivel “a ras de suelo”, desde las casas, los barrios y ciudades donde habitaban, haciendo de los fanzines el testigo escrito de sus pasiones y vicisitudes cotidianas.
Las páginas de los fanzines –expuso-- se poblaron de bandas musicales, preocupaciones políticas y sociales, críticas al Estado, demandas de justicia y el grito de libertad de distintas generaciones juveniles. El metal y el punk saltaron del escenario a los
fanzines, de ahí que estos últimos sean, literalmente, el sonido hecho papel de estos y otros géneros musicales.
La socióloga, maestra en antropología social y doctora en urbanismo indicó que el punk como el metal, “innovando con sonoridades nunca interpretadas y letras en ocasiones de carácter polémico, nacieron bajo el signo de los tiempos y se han convertido en vehículos de canalización del descontento generacional, expandiéndose durante varias décadas”.
En México, agregó, los jóvenes de los años setenta habían recibido esa década entre las esquirlas de las represiones de 1968 y 1971 y la euforia del Festival de Avándaro, que tendría como consecuencia la supresión de las expresiones juveniles y en particular, la prohibición de los conciertos de rock.
La proscripción generaría espacios de relaciones marginales en las que los músicos mexicanos instauraron las condiciones necesarias para reunirse, reinventar su música y establecer grupos de escucha en los barrios de las ciudades, conformando “escenas” o identidades sociomusicales.
Los jóvenes punks y metaleros en México, como en muchos de los entonces llamados países del Tercer Mundo, se vieron obligados a crear sus propios medios de producción y distribución.
Mucha de la música e información que circulaba por aquellos años fue, principalmente, a través de cassettes grabados de manera precaria (demos) y fanzines de producción local que se distribuían por correo tradicional o con el intercambio cara a cara y de los conciertos que se organizaban en lugares que no contaban con garantías suficientes de seguridad y la calidad necesaria en la sonoridad.
No obstante, el panorama en la última década del siglo XX cambiaría de forma inesperada, en medio de una industria discográfica en auge que centraba su base de influencia en la venta de discos y en la organización de conciertos.
De este modo, visitaron nuestro país durante la segunda mitad de los años noventa, con más de una década de retraso, grupos internacionales de metal y punk, a la vez que grandes cadenas comerciales de distribución de discos se establecieron en los espacios metropolitanos, consolidando mercados que para aquella época parecían lo suficientemente sólidos como para perdurar.
Sin embargo, con la llegada del nuevo milenio, las condiciones de producción y distribución de la música se transformaron manera drástica con la introducción del Internet como medio de comunicación, que ha permitido transformar los conceptos del espacio y del tiempo.
La música en el siglo XXI ha perdido el formato, dejando de tener como medio de soporte al objeto y convirtiéndose en “descargas” que se almacenan en ordenadores y “nubes” virtuales.
Es posible encontrar entre los músicos y seguidores del metal y del punk que fueron parte de la “vieja escuela” una tendencia marcada a preservar las formas convencionales de escuchar la música y particularmente la defensa de seguir siendo una comunidad de sentido.
Rodolfo Rodríguez Castañeda, director del Museo Nacional de Culturas Populares, manifestó que los objetos recabados pretenden dar a conocer los mecanismos a través de las cuáles dichas corrientes –que han sido formas de cultura popular poco reconocidas desde la academia y otros círculos sociales- se establecieron en México durante las últimas décadas del siglo XX.
Los diversos objetos que han dado sentido a estas identidades sociomusicales son: discos, cintas, carretes de grabación, carteles de eventos y fanzines que generosamente músicos y coleccionistas han prestado, bajo el principio de dar a conocer el “baúl de sus recuerdos”, proponiendo la revaloración de los objetos y el reconocimiento de las biografías colectivas impregnadas en ellos.
La exposición Poética de lo urbano. Punk y metal en México invita a realizar un recorrido en el que las sonoridades y las imágenes llevan a las calles, a las “tocadas” y a conocer los sueños y realidades de los jóvenes punks y metaleros de las décadas de los ochenta y noventa, así como sus diferentes formas de expresión cultural, que hoy día son parte de la gran diversidad cultural que existe en nuestro país.
Sergio Bustamante, vocalista de Ramses, calificó como positivo la apertura de espacios institucionales para exponer y reconstruir la historia de esta música para el conocimiento cultural de las nuevas generaciones, porque se genera un reencuentro que posibilita que esta música se reproduzca, ya lo que “lo que el país necesita es rebeldía, cuestionamiento y conocimiento”.